Saturday, January 30, 2010

Fotos y secretos

“Like a photograph, she cannot say what she lets me see. She is an embodied secret.”

Esto es de un libro que estoy leyendo, pero quiero atreverme a sacar esta oración del contexto y leerla así, sola. 

Y claro que no queda sola por mucho tiempo porque enseguida se ata y se mezcla con un montón de otras cosas, como por ejemplo, esa caja de zapatos llena de fotos que tienen mis abuelos maternos en su casa.

Vuelvo a esa caja obsesivamente cada vez que voy a su casa. Cada vez me subo a la escalerita y la bajo de su lugar, en un ropero, en un estante bien alto. La llevo conmigo a la mesa de la sala donde están sentados mis abuelos. Ellos ya saben que a mí me gusta hacer eso, que me gusta abrir esa caja, me gusta investigar esas fotos. Lo que más me gusta, sin embargo, son las historias que ellos me cuentan, las que vienen atadas a cada foto, o las historias que lamentablemente no tienen una foto que los represente, los ilustre.

Suena más fácil de lo que es. Uno se pensaría que le muestro la foto a mis abuelos y ellos enseguida empiezan a hablar, a contar. Pero no. Tal vez empiecen a contarme algo, pero tal vez termine rápido, como eso captions demasiado cortos que nos dejan con ganas de más.

Como dice la frase que encabeza este post, las fotos me dejan ver cosas que mis abuelos no me pueden decir, o que por lo menos, no me lo van a decir sin que yo los ayude a hilvanar. Tengo que mirarlas bien, las expresiones, los ojos de las personas, los detalles. Tengo que mirarlas bien para saber qué preguntar y cómo.

El detalle, por ejemplo, de que la foto del casamiento de mis abuelos no muestra los pies de mi abuela. Un detalle, pero que si no hubiera preguntado por él, no sabría hoy que fue a propósito esa toma, porque así no se veía que mi abuela no tenía zapatos de novia.

Mis abuelos son “embodied secrets”, hay tanto más que me gustaría saber de ellos. Con ellos estoy aprendiendo a mirar, saber mirar para poder escuchar.

Thursday, January 21, 2010

El vino no viene en botella


A mí en realidad no me gusta el vino y menos el vino tinto. Pero ¿cómo resistirme a hablar de él cuando tiene un color tan voluminoso, con tanta personalidad? Ni que hablar de esos nombres deliciosos que tienen: Tannat, Malbec, Shiraz, Pinot Noir, para mencionar algunos nomás.

No sé hablar sobre el cuerpo de tal o cual vino, o el aroma frutal, o el dejo a madera en la lengua después que pasa el vino por la boca. Lo que sí puedo decir es que disfruto tener a estos vinos en mi lengua, pero de otra manera—me gusta saborear sus letras, cada uva por separado, o comerme el racimo entero en la palabra. Hoy por ejemplo estaba chateando con un amigo y de la nada puse en la ventanita del chat: Malbec. Lo quería decir, tenía esa necesidad terrible de degustar esa palabra, esa pronunciación, esos movimientos y ver de qué cepa salía.

A veces me pregunto por qué no me gusta el vino. Nunca llegué a una conclusión. Pero hoy, hoy volví a pensar en el vino, volví a tenerlo en el paladar, y fue ahí que entendí o creí comenzar a entender mi antipatía. Hay tanto más allá de lo que uno se traga del vino. Está todo el proceso que viene detrás, y que para mí no se desprende del todo del producto final. Está ese dejo, que tal vez algunos lo llaman de dejo frutal, o lo que sea, pero para mí, es el dejo a la historia a todo el bagaje con el que carga una copa o una botella de vino.

Los que me conocen saben que soy de hacer mil preguntas, que no paro, que una respuesta de alguien me lleva a preguntar otra cosa y otra y otra. Creo que con el vino me pasa lo mismo, todavía estoy preguntando, estoy digamos, conociéndolo, y no quiero que desaparezca en mi boca, quiero entenderlo.

Esto también tiene que ver con mi aversión a las etiquetas, los rótulos que la gente insiste en ponerle a las personas para tratar de definirlas, abarcarlas. Esa etiqueta que viene en los vinos, la que me dice que este vino es Tannat u otro, es  un papelito plano, chato. No se puede reducir a tanta cosa en un simple papel sin cuerpo. El vino es todo un proceso, cambia, interactúa, y un rótulo colocado una vez, no es una fiel traducción a toda una entidad.

Sunday, January 17, 2010

It's all about the water

Sí, se trata del agua. El agua que es esencial a nuestro cuerpo porque estamos formados mayormente por agua y porque necesitamos agua para sobrevivir. Pero el tema agua va mucho más allá de esta composición humana. Todo gira alrededor del agua, aunque pensemos que el eje de una cuestión está en otra parte, creo que si miramos bien, vamos a ver al agua como protagonista o por lo menos como uno de los personajes principales.

Veo el agua en la política, y para citar un ejemplo más concreto, en el conflicto árabe-israelí: ¿quién tiene el control sobre las fuentes de agua y el suministro de la misma? ¿quién decide hasta cuántos kilómetros mar adentro pueden entrar los pescadores de Gaza? ¿a cuánta agua, si alguna, tienen acceso las personas para higiene, agricultura, ganadería, etc.?

Veo el tema del agua en los desastres naturales, como el tsunami de diciembre del 2004 que azotó las costas de países como Indonesia y Tailandia, entre otros. Y hablando de desastres, el tema del agua está muy vinculado a la ecología, y lo que pasa con la vida marina, los ecosistemas del mar, las especies en vías de extinción. También está presente el agua en el derretir de los polos y el calentamiento global.

El agua está presente en las lágrimas que lloro cuando estoy triste y también en las lágrimas que salen cuando me emociono o cuando me río mucho. Podría ver esto como un mismo cuerpo de agua que se activa con causas diferentes. La complejidad de las lágrimas aumenta si pienso que éstas también lubrican y limpian mis ojos.

El agua es compleja, tiene muchas caras. Está en el río, en el mar, en ese paisaje de la costa que se funde en playa, que se agita en rocas. Esa misma agua que da vaivenes tranquilos, olas de surf, corrientes más o menos apuradas, esa misma agua que está en postales de lugares diferentes, el agua que cambia de color según qué agua sea.

Podría seguir ad eternum enumerando dónde encuentro el agua, porque la encuentro en todos lados, adentro, afuera, en todas sus formas, olores, colores, gustos. Pienso el agua, la tengo presente, la escribo. Es parte de mi vida, es parte de mi primer libro.

Saturday, January 9, 2010

En la frontera

Mucha gente me pregunta si me gusta vivir en El Paso. Lo hacen ya convencidos de que voy a decir que no. Piensan que me gustaría estar en otra ciudad, pero que bueh...caí acá. Después se sorprenden cuando digo que me encanta vivir en El Paso.

Sí, me encanta (literal y metafóricamente) y la principal razón por la que me gusta tanto es porque es una ciudad fronteriza. Vivo en la frontera entre dos ciudades, entre dos países, entre dos culturas. Para un poeta, la frontera es uno de los lugares más interesantes para estar, porque es justamente en la frontera donde pasan cosas bien cautivantes con los idiomas --en este caso, con el español y el inglés.

Es en la frontera y cómo se manejan, hablan, y viven estos dos idiomas que me recuerda que el idioma es la materia prima con la que trabajo, pienso. Viviendo en la frontera no hay forma de tomar la lengua por sentado. Vivir en la frontera me hace recordar todos los días que soy poeta.

Tal vez esta frontera sea un reflejo del bilingüismo. Ser bilingüe también me ha permitido mirar a los idiomas con los que trabajo. Mirarlos desde adentro y desde afuera. Me ha dado una flexibilidad, y hasta me talla el sentido del humor.