Sunday, July 11, 2010

Colores


Veo colores. Para casi todos es así. Sin embargo, no siempre estoy consciente de los colores. 

Desde que llegué a El Paso, Texas, hace unos casi tres años, empecé a pensar en una parte de mi identidad que antes no había pensado, que había tomado por sentado: el color de mi piel. Soy de piel blanca, tan blanca que la gente se sorprende cuando me da la mano y ve el contraste entre mi piel y la suya, tan blanca que siempre hay alguien que me dice que tome sol, tan blanca que el otro día sacaron una foto de unos amigos y yo y cuando la fui a mirar en la pantallita de la cámara digital, parecía que me había robado la atención del flash. Y no lo digo ni con orgullo ni con vergüenza, lo digo porque es un hecho. Si me miro, así soy, blanca.

Digo que acá en El Paso comencé a pensar sobre mi color de piel porque en Estados Unidos es todo un tema a qué categoría étnica uno pertenece. Pero, a pesar de que la etnia va mucho más allá que el color de piel, y tiene que ver más bien con la raza, la cultura, la religión, la lengua, y las afinidades, acá y para muchos, la etnia parece empezar y terminar con el tono del envoltorio. Como si la piel fuera evidencia de toda nuestra identidad, como si fuera el resumen de ella, como si fuera testigo de todo lo que somos. No lo es. Mismo que no, posta que no.

Acá, en la frontera, donde todo parece estar dividido en sólo dos, alguien como yo no tiene otra que pensar y repensar quién es. No soy parte del grupo que es mexicano o de descendencia mexicana, ni soy parte del grupo estadounidense blanco. No quiero ser parte de ninguno. Esa no soy yo. Sin embargo, comparto cosas con los dos grupos. Soy latina, en el sentido que nací y crecí en Uruguay (Suramérica), hablo español como los hispanics, pero me veo blanca porque mi piel es de ese tono y parezco ser gringa.

Solamente por el color de mi piel, en los restaurantes en El Paso donde el o la mesero/a son hispanoparlantes, a mí me hablan en inglés, y aunque yo conteste en español, como para avisar que soy latina, me insisten en hablar en inglés. ¿Será que el acento uruguayo no les parece suficientemente auténtico? ¿Será que piensan que soy una gringa que estoy haciendo un esfuerzo por hablar español? ¿Será toman por sentado que estoy hablando inglés sólo porque me ven “güera” (que aunque el diccionario dice que quiere decir “persona con cabellos rubios”, acá es cualquier persona que tenga piel blanca, sea rubio o no, y  que tenga ojos claros)? o será que como me dijo un chico una vez en la universidad: “You’re too white to speak Spanish”?

Yo estaba en mi oficina y vino un alumno (ese semestre estaba enseñando español) con un amigo. A mis alumnos de español les hablo en español, a mis alumnos de portugués les hablo portugués. Así que este caso no fue excepción. A mi alumno le hablé español. Cuando se estaban por ir, el amigo de mi alumno me dijo eso, que era muy blanca para hablar español. Yo quedé sorprendida, no porque no me haya encontrado antes con esa resistencia a que alguien blanco hable español o que sea de América Latina. Sentí su comentario como una agresión, como que me estaba desafiando, como que me decía que yo no pertenecía al grupo de hispanos. No sé qué le contesté. Fue hace como dos años. No me acuerdo, pero creo que, conociéndome, y sabiendo que soy lenta, para todo (en este caso para las reacciones), no habré dicho grandes cosas.

Lo cierto es que la palabra blanca no me identifica. Lo cierto es que la palabra hispana no me gusta y no me identifica. Hispana tiene que ver con España, es reductor a esa parte de la historia, a la colonización. Lo cierto es que la palabra Latina me gusta mucho más, aunque tampoco me termino de identificar con ella. Es que no soy ni la típica latina, ni la típica uruguaya, ni gringa, ni la típica blanca, ni nada. Mi identidad corre por la pluralidad de palabras porque una no basta, no alcanza, no es suficiente, no abarca todo lo que uno es. Además que entiendo que mi identidad está en flujo constante: las palabras se siguen agregando, siguen dimensionándome. Y no estoy dispuesta a tener que ser la representante de nada, ni que me excluyan de ningún grupo sólo porque no conformo con absolutamente todos los “requisitos” de éste. Yo quiero elegir, seleccionar, continuar creciendo y siendo.