Veo colores. Para casi todos es así. Sin embargo, no
siempre estoy consciente de los colores.
Desde que llegué a El Paso, Texas, hace unos casi tres años, empecé a pensar en una parte de mi identidad que antes no había pensado, que había tomado por sentado: el color de mi piel. Soy de piel blanca, tan blanca que la gente se sorprende cuando me da la mano y ve el contraste entre mi piel y la suya, tan blanca que siempre hay alguien que me dice que tome sol, tan blanca que el otro día sacaron una foto de unos amigos y yo y cuando la fui a mirar en la pantallita de la cámara digital, parecía que me había robado la atención del flash. Y no lo digo ni con orgullo ni con vergüenza, lo digo porque es un hecho. Si me miro, así soy, blanca.
Digo que acá en El Paso comencé a pensar sobre mi
color de piel porque en Estados Unidos es todo un tema a qué categoría étnica
uno pertenece. Pero, a pesar de que la etnia va mucho más allá que el color de
piel, y tiene que ver más bien con la raza, la cultura, la religión, la lengua,
y las afinidades, acá y para muchos, la etnia parece empezar y terminar con el
tono del envoltorio. Como si la piel fuera evidencia de toda nuestra
identidad, como si fuera el resumen de ella, como si fuera testigo de todo lo
que somos. No lo es. Mismo que no, posta que no.
Acá, en la frontera, donde todo parece estar dividido en
sólo dos, alguien como yo no tiene otra que pensar y repensar quién es. No soy
parte del grupo que es mexicano o de descendencia mexicana, ni soy parte del
grupo estadounidense blanco. No quiero ser parte de ninguno. Esa no soy yo. Sin
embargo, comparto cosas con los dos grupos. Soy latina, en el sentido que nací
y crecí en Uruguay (Suramérica), hablo español como los hispanics, pero me veo blanca porque mi piel es de ese tono y parezco
ser gringa.
Solamente por el color de mi piel, en los restaurantes
en El Paso donde el o la mesero/a son hispanoparlantes, a mí me hablan en
inglés, y aunque yo conteste en español, como para avisar que soy latina, me
insisten en hablar en inglés. ¿Será que el acento uruguayo no les parece
suficientemente auténtico? ¿Será que piensan que soy una gringa que estoy haciendo
un esfuerzo por hablar español? ¿Será toman por
sentado que estoy hablando inglés sólo porque me ven “güera” (que aunque el
diccionario dice que quiere decir “persona con cabellos rubios”, acá es
cualquier persona que tenga piel blanca, sea rubio o no, y que tenga ojos claros)? o será que como me
dijo un chico una vez en la universidad: “You’re too white to speak Spanish”?
Yo estaba en mi oficina y vino un alumno (ese
semestre estaba enseñando español) con un amigo. A mis alumnos de español les
hablo en español, a mis alumnos de portugués les hablo portugués. Así que este
caso no fue excepción. A mi alumno le hablé español. Cuando se estaban por ir,
el amigo de mi alumno me dijo eso, que era muy blanca para hablar español. Yo
quedé sorprendida, no porque no me haya encontrado antes con esa resistencia a
que alguien blanco hable español o que sea de América Latina. Sentí su
comentario como una agresión, como que me estaba desafiando, como que me decía
que yo no pertenecía al grupo de hispanos. No sé qué le contesté. Fue hace como
dos años. No me acuerdo, pero creo que, conociéndome, y sabiendo que soy lenta,
para todo (en este caso para las reacciones), no habré dicho grandes cosas.
Lo cierto es que la palabra blanca no me identifica. Lo cierto es que la palabra hispana no me gusta y no
me identifica. Hispana tiene que ver con España, es reductor a esa parte de la
historia, a la colonización. Lo cierto es que la palabra Latina me gusta mucho
más, aunque tampoco me termino de identificar con ella. Es que no soy ni la
típica latina, ni la típica uruguaya, ni gringa, ni la típica blanca, ni nada.
Mi identidad corre por la pluralidad de palabras porque una no basta, no
alcanza, no es suficiente, no abarca todo lo que uno es. Además que entiendo
que mi identidad está en flujo constante: las palabras se siguen agregando,
siguen dimensionándome. Y no estoy dispuesta a tener que ser la representante
de nada, ni que me excluyan de ningún grupo sólo porque no conformo con
absolutamente todos los “requisitos” de éste. Yo quiero elegir, seleccionar, continuar creciendo y
siendo.
Este post me recuerda la frase "Ciudadano del Mundo" sin embargo en el planteamiento que realizas me parece que tu argumento y pretensiones van más allá del significado y alcance de la frase que mencioné. Me identifico con lo que expresas, es por eso que en mi parecer algunas veces me siento en la necesidad de rebelarme en contra de las "etiquetas" que nos colocan para clasificarnos, ya que considero que ello es un atentado a la libertad concebida en su más amplia concepción y definición, así que he optado por "Ser" sin perder de vista el respeto y la tolerancia de las creencias, opiniones, manifestaciones y expresiones de los demás. Manejarme con "porosidad" me ha servido para "Ser" y respetar. Eso me ha llevado a ejercitar el sentido de la vista, y profesionalizar la práctica y no menos divertida y útil habilidad de "observar" no mirar, no ver, "observar" profesionalmente de tal modo que a veces es bueno tirarse en la más franca y sincera holgazanería desde una terraza de algún café o de un parque el ir y venir de las personas, la fauna, el cielo, o las letras. Y como Ciudadano del mundo o más allá Ciudadano del Universo, puedo elegir quien soy Yo y como dices: seleccionar, continuar creciendo y siendo. Abrazo
ReplyDeleteDe verdad Luis eres un gran observador, un gran respetuoso y un gran amigo. Yo me uno a las expresiones de ambos, mi mamá decía que es más fácil llevarse bien que llevarse mal con las personas, es decir me dijo que se debe respetar. La globalización nos está llevando a ser ciudadanos del mundo, me parece que el propósito es bueno, el resultado final esperemos que también lo sea, porque también hay que ser concientes de las tradiciones de algunas personas como nuestra mutua y querida amiga Carolina que se conduce conforme a la tradición judía ortodoxa. Besitos a ambos
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